pensar
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Comunicación
Prácticas culturales y construcción de subjetividades
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- Texto escrito para el Diploma Superior en Educación, imágenes y medios, FLACSO Argentina
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...y es que las tecnologías no se despliegan en un territorio virgen de sentidos y relaciones sociales. Muy por el contrario, ingresan en un contexto sociohistórico con el que interactúan modificándolo pero también modificándose.
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Usos y apropiación tecnológica
Antes de iniciar un análisis sobre las formas de uso y apropiación de tecnologías creo conveniente detenernos en algunas de las ideas esbozadas por autores entrevistados en el capítulo 4 de la serie Hemisferio Sur. Allí, Mariano Sigman menciona que no podemos simplemente quejarnos de que “Internet nos comió, sino que eso sucedió porque Internet tocó algo que nos es muy afín”. Belén Igarzabal, por su parte, dice que aunque Internet promete que todo es nuevo, lo que hacemos conectados es tan viejo como la humanidad: “hablar de amor, de sexo y de nosotros mismos.” Estas afirmaciones plantean una cuestión de fondo en la discusión sobre apropiación tecnológica, y es que las tecnologías no se despliegan en un territorio virgen de sentidos y relaciones sociales. Muy por el contrario, ingresan en un contexto sociohistórico con el que interactúan modificándolo pero también modificándose.
Estas interacciones entre sociedad y tecnología, además, suceden en el marco de un mercado capitalista, donde la infinidad de dispositivos que inundan nuestra vida cotidiana, son también construidos como objetos de deseo.
Por otro lado, aparecen visiones como las de Quevedo, con un tono más determinista, que invitan a pensar en relaciones sociales que se transforman unidireccionalmente a partir de las posibilidades que abren las nuevas tecnologías. Si hoy una pareja transmite en vivo su noche de bodas, dice Quevedo, es porque la tecnología se lo permite.
Ante estas dos formas un tanto antagónicas de ver el fenómeno, me seduce la visión de Darío Sztajnszrajber cuando plantea que lo que hace la tecnología, es posibilitar una reinvención de nuestras estructuras existenciales básicas. Probablemente están permitiendo nuevas formas de participación en la esfera pública para sectores de la población muchos más amplios. Si antes solo las clases dominantes podían hacer pública su vida a través de revistas o de programas de televisión, Internet y los dispositvos de acceso portátiles han ampliado esa posibilidad a toda la población, reconfigurando así las relaciones entre la vida pública y la privada.
Internet y las TIC en general están ampliando la experiencia humana al permitir una reconfiguración de formas y modos de vida preexistentes en nuevas formas novedosas. Esta idea me lleva al concepto de exaptation manejado por Tim Ingold para analizar las relaciones entre nuestra especie y la tecnología. (Ingold, 1998).
Ingold toma prestado este concepto de la paleontología, donde originalmente plantea que la evolución funciona siempre sobre la base de estructuras previas que se reconfiguran en formas nuevas moduladas por las presiones ambientales. En estos términos, ¿no es ponsible pensar en toda la historia de nuestra especie? Una especie social que en su devenir ha ido modificando sus formas de organizarse y vivir a partir de sus propios desarrollos tecnológicos que han empujado a nuevas formas de organización y así en un espiral de transformaciones cada vez más imbricadas.
Llegamos a este momento histórico donde este fenómeno de imbricación entre tecnología y sociedad se ha vuelto extremo. Como menciona Gustavo Efron “Lo “real” y lo “virtual”, si los pensamos en torno a los usos y apropiaciones de los sujetos, difícilmente puedan considerarse como mundos paralelos. El “mundo real” (…) no deja de existir en el entretejido del “mundo virtual”; y este último no desaparece cuando se apaga la computadora y el celular: ambos mundos están imbricados a partir de múltiples prácticas materiales y simbólicas de la vida cotidiana” (Efron, 2019)
En este punto me atrevo a plantear que tal vez estemos en un proceso de digitalización de la vida cotidiana, más que en el desdibujamiento de una frontera entre material y virtual que se vuelve cada vez más permeable.
Desde esta perspectiva cabría preguntarnos si crecer en este nuevo entorno de tecnologías confirgura exactamente un fenómeno de apropiación o si por el contrario al hablar de apropiación debemos referirnos a las nuevas formas de aprender y relacionarnos con el conocimiento y con el mundo.
Cuando la socialización primaria de miles de niños es cada vez más atravesada por internet y los adolescentes configuran sus dinámicas identidades a través de consumos culturales digitales y comunicaciones a través de redes sociales, resulta difícil pensar una apropiación en términos de incorporación de artefactos a su vida diaria. Tal vez lo que estén haciendo por el contrario, sea ingresar a la vida a través de estos artefactos. Incorporandose al mundo y definiendo su lugar en él a partir de las posibilidades de habitar un mundo digitalizado. Donde “ser” va más allá de las fronteras físicas de los cuerpos. -
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Nos cuesta mucho entender como se construyen esas nuevas identidades, pero mucho más nos cuesta aceptar que se construyan de acuerdo a parámetros que nos resultan absolutamante ajenos.
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La “construcción del yo” en la era digital
En este contexto de una vida digitalizada, en la cual los adultos no terminamos de aceptar las formas en en que niños y jóvenes construyen sus identidades, se nos presenta como un gran desafío acompañar a las nuevas generaciones en la tarea de crecer y formar lazos con los humanos más próximos.
Nos cuesta mucho entender como se construyen esas nuevas identidades, pero mucho más nos cuesta aceptar que se construyan de acuerdo a parámetros que nos resultan absolutamante ajenos. Esta dificultad de aceptación profundiza las dificultades de comunicación con las nuevas generaciones.
Como menciona Mariano Sigman, en un mundo donde podemos ser chequeados en tiempo real, resulta muy difícil construir vínculos en términos de autoridad. La posibilidad de afirmar que esto o aquello es así porque lo dice el profesor o porque lo dice el padre, deja de funcionar.
Gustavo Efron nos invita a “pensar [que] lo joven hoy es buscar huellas que permitan abordar el devenir de la constitución de identidades menos estables, y determinadas en relación a una multiplicidad de variables entre las que las redes de intercambio informático, los consumos culturales y la preponderancia de la sensibilidad” (Efron, 2019)
Tal vez haya que superar la idea de identidad nacional y trasladarla a una identidad humana global. Probablemente niñas, niños y adolescentes comulgan fácilmente con esta idea. Es esa preponderancia de la sensibilidad que menciona Efron. Sin embargo, en esta tarea terminan chocando con un mundo adulto que termina imponiendo las reglas desde una perspectiva individualista.
Internet puede verse como un territorio apto para la resistencia a los valores adultos y las presiones del deber ser, como sugiere Martín Barbero; o como nos plantea Ivan Moiseeff, las redes sociales pueden abrir la posibilidad de realizar nuestras fantasías sobre nosotros mismos.
“Para los jóvenes, es un reino en el que los adultos no ponen las reglas, o si las ponen, sus intercambios parecen estar al margen.” (Efron, 2019)
Esto es así en parte. Sin embargo, las presiones sociales de las que permite escapar la red son las inmediatas, las de los padres, las del barrio, las de la escuela. Pero las redes ejercen la presión del deber ser del mercado, de la segmentación de consumo y de las formas individualistas de habitar el mundo.
Volviendo al planteo de Sztajnszrajber (2019), la posibilidad de reinventar nuestras estructuras existenciales básicas están ahí. Podemos proponer que la red permite una reconfiguración de la lucha adolescente por la emancipación del mundo adulto. Una fuerza interna de la juventud que a cada generación busca mecanismos para superar el control social y cuestionar el orden establecido, encuentra en internet un territorio donde aparentemente tienen mayor dominio de las reglas. Sin embargo, como advierte Omar Rincón, uno de los problemas es que todo está presentado en términos de búsqueda de la diferenciación. Comprar esto o aquello para ser un “yo” más auténtico cuando al final de cuentas terminamos siempre siendo un “yo colectivo”, parte de una masa colectiva de consumo. El dominio de fondo de la lógica de las redes no está en manos de los más jóvenes.
Tal vez la idea de “comunidad imaginaria” que maneja Efron (2019) no diste mucho de la idea de comunidad tradicional y de la funcionalidad que ésta reviste en la conformación de las identidades adolescentes. Ese “magma de significaciones” que hoy se contruye en el entorno digital se ha construido siempre en torno a comunidades materiales y acotadas a los territorios. La gran diferencia es que esas “comunidades imaginarias” amplian los círculos, aumentan las referencias y aceleran los cambios de perspectivas.
No obstante, como plantea Rosalía Winocur “Aunque los jóvenes sean asiduos participantes de las redes y comunidades virtuales, no lo hacen al margen de las instituciones donde se organiza su vida cotidiana, sino precisamente desde esos lugares; no se trata de una experiencia paralela sino de una experiencia resignificada por otras formas de socialización y por el uso de otras tecnologías” (Winocur en Efron, 2006, p. 5). En última instancia, las comunidades materiales en las que se tejen las relaciones sociales de cercanía, acaban siendo el sustrato último para la afirmación de las identidades.
Efron sugiere que en lo que él llama contexto de culturas juveniles contemporáneas, las nuevas generaciones protagonizan un debilitamiento de la identidad, entendida como una construcción estable, y construyen en cambio “identificaciones precarias, cambiantes, ligadas al mundo de las sensaciones, y en segundo plano de las ideas”. (Efron, 2019) Las identidades juveniles siempre se han construido de esta forma, no solo ahora que existen redes sociales e Internet.
La novedad que introduce la tecnología a este sustrato emocional sobre el que se construyen las identidades juveniles opera a tres niveles.
En un primer nivel, la red habilita y pormueve “una lógica de fragmentación y aleatoriedad, inmediatez, instantaneidad, no secuencialidad, desjerarquización, velocidad.” como menciona Efron (2019), que son impuestas por las normas del mundo adulto mercantilizado.
En un segundo nivel, a partir de esa lógica las comunidades materiales entran en conexión y son permeables y permeadas por las llamadas comunidades imaginarias.
Finalmente, esa permeabilidad que habilita la lógica de la hiperconectividad inmediata terminan atravesando también los muros de lo que tradicionalmente hemos llamado vida privada. -
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La intimidad agujereada
Como mencioné anteriormente, una de las claves para comprender las nuevas formas de la intimidad, puede estar en los niveles de participación de la vida pública que habilitan las tecnologías. Si antes el participar de la escena pública estaba vedado a algunos sectores de la población con contactos a nivel de medios de comunicación, las nuevas tecnologías han democratizado esa posibilidad de expresión de sensibilidades. Como menciona Eugenia Mitchelstein, las personas “No postean mensajes e imágenes para ser periodistas amateurs. Lo hacen para contar qué piensan y cómo se sienten, y conectarse con otros como resultado de compartir sus contenidos. No es una acción racional, es una acción expresiva y social. Genera un beneficio expresivo y afectivo que compensa la ausencia de retribución económica.” Efron, por su parte, menciona que “ahora “uno” es importante. “Uno” puede tener una tribuna pública para opinar, expresar, publicar sus fotos, sus videos. Tal vez sean muy pocos lo que lo ven, pero hay una ilusión de visibilidad total.” (Efron, 2019)
El problema no está en esta sobreabundancia de expresividad, sino los cómo y para qué terminamos ficcionando nuestra realidad cotidiana. Sztajnszrajber (2019) nos advierte que lo que nos interesa es construir desde la vida de los demás aquello que nos da placer. La vida privada es puesta en la esfera pública, pero siempre con un motivo de entretenimiento. “Lo real recurre al glamour (…) que emana del brillo de las pantallas, para realizarse plenamente en esa ficcionalización.” (Efron, 2019)
Entonces, el problema en esta posibilidad tecnológica para la participación y la expresión de quienes somos a partir de la exposición de nuestra vida íntima, es que ha sido poseída por la lógica del entretenimiento. Si hilamos fino, esto que está ocurriendo con Internet y las redes sociales no es tan lejano y diferente a lo que ocurrió con la televisión y la radio. Dos tecnologías que pudieron popularizar, ampliar y diversificar los universos estéticos y comunicacionales del mundo, acabaron siendo coptados por la lógica del capital para transformarse en una herramienta de homogenización cultural concentrada en manos de un puñado de capitales privados. La apropiación de esas herramientas sirvió para homogenizar narrativas y estéticas a nivel regional y cada vez más global.
Narrativas y lenguajes de niños y jóvenes
Llegado a este punto, lo que deberíamos poner en el centro del desafío, es la búsqueda por la ampliación de narrativas que den cuenta de un mundo amplio y diverso. Para eso hay dos escollos a sortear
El primero es lograr entendernos con las nuevas generaciones. Comprender cuales son sus narrativas propias y que tienen de novedosas y potentes. Eso solo se puede lograr ampliando la cultura del diálogo.
Desde ese diálogo, buscar formas de decodificar esas narrativas y discernir que de todo eso nos es propio o en qué nos reconocemos y que es lisa y llanamente parte de esa lógica del entretenimiento del mercado global. Es algo difícil porque tenemos que poder quitarnos muchos prejuicios de encima.
Omar Rincón (2019) nos plantea que no solo importa descubrir que le interesa al niñe, sino desde dónde retomamos los saberes para hablar con ellos. Resalta además la importancia de respetar la agenda de los jóvenes en esas narrativas.
Propone además el ejemplo de los videojuegos como narrativa que resulta atractiva para los adolescentes. Matar, pelear, - dice él - te permite un poco de actuación. Lo que importa de un videojuego es cuanta interacción permite. La pregunta es como hacemos los adultos para entender estas nuevas narrativas en tanto tales, y por otro lado no perder de vista el modelado que el mercado ejerce sobre esas narrativas segmentando los consumos de acuerdo a los criterios establecidos por los sectores dominantes. No podemos perder de vista que los juegos de matar y pelear sean aceptados en su mayoría por varones mientras que las niñas prefieren los de unicornios sobre corazones multicolores.
Otra observación a tener en cuenta sobre los comentarios de Rincón es que si bien es verdad que los relatos deben contemplar una perspectiva de la experiencia personal conectada a la agenda de las infancias y adolescencias, los ejemplos mencionados por el autor no son de niños y jóvenes creando narrativas alternativas y propias. Germán Garmendia tiene más de 29 años. Veggeta 777 comenzó su actividad con 23. Lo que estos personajes entendieron es como se debe conversar con los jóvenes. Pero además entendieron como hacerlo con jóvenes varones, mientras que las referencias para las niñas son youtubers mujeres como Lyna.exe de 25 años. Dos de estos tres youtubers son personas con estudios relacionados a la comunicación. Esto nos habla de la importancia ciertos niveles de conocimiento sistematizado en torno a los fenómenos comunicacionales que se oponen a la idea de una aparente espontaneidad. En ninguno de los casos estamos ante ejemplos de niños y adolescentes enunciando desde sus propias experiencias vitales. Por el contrario se enuncia desde un amoldamiento a lo establecido que parte de todo lo que ya sabemos y de las formas que le damos al universo de la infancia.
En un mundo que nunca ha tenido oídos para niños y jóvenes, las tecnologías abren un espacio para la expresión y creación de narrativas propias centradas en su agenda. Aprovechar estas narrativas para generar identificaciones colectivas, descentradas del yo. Usar la red emancipándonos de sus usos narcisistas. Una tecnología que nació con la promesa de potenciar los rasgos colaborativos de la cultura y terminó siendo absorbida por el mercado para desdibujarla en una maquinaria de profundización del individualismo.
Acuerdo absolutamente con Rincón cuando dice que tenemos la tarea urgente de crear productos o estrategias mediáticas multipantallas, pero no para fortalcer identidades nacionales, sino para construir subjetividades ancladas al potencial transformador que la infancia trae consigo.
Deberíamos explotar ese “imaginario dialógico de reciprocidad dinámica”, del que habla Efron para establecer una comunicación honesta y potente con las infancias y adolescencias. Y como condición fundamental para esto tenemos que abandonar del poder de enunciación que tanto nos cuesta.
Referencias bibliográficas
Efron, G. (2019) Identidades juveniles en las sociedades en red. Entre la telaraña comunicacional y la cinta de Moebius. [Material de aula]. Diploma Superior en Educación, Imágenes y Medios, FLACSO, Buenos Aires.
Ingold, T. (1997) Ocho temas en antropología de la tecnología, en: Social Analisis Nro. 41.
Mitchelstein, E. (2019) Jóvenes en las redes. [Material de aula]. Diploma Superior en Educación, Imágenes y Medios, FLACSO, Buenos Aires.
Rincón, O. (2019) Los mundos narrativos que habitan niños y jóvenes. [Material de aula]. Diploma Superior en Educación, Imágenes y Medios, FLACSO, Buenos Aires.
Hemisferio Sur: una región conectada. [Material de aula]. Diploma Superior en Educación, Imágenes y Medios, FLACSO, Buenos Aires.