pensar
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Educación y arte
Sobre “el afuera” y el “adentro” en los espacios expresivos
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Cómo evitar la “contaminación del afuera” en los espacios de taller es algo que
me cuestiono hace varios años. -
Cómo hacer para que niñas y niños no dibujen, pinten y modelen al personaje de la película de turno, a sus dibujitos favoritos o inventen las mismas historias que ya existen.
En un principio vetaba ciertas temáticas y no permitía hacer producciones relacionadas a superhéroes o juegos del momento, pero después conecté con mi propia infancia. Yo pasaba dibujando los personajes de la Warner que miraba, perfeccionaba los dibujos cada vez más, inventaba nuevas historias, los copiaba con todos los detalles -mi mamá no me dejaba calcar- y no perdí capacidad imaginativa. Incluso creo que me ayudó a seguir cultivando mi placer por el dibujo, la capacidad de observación, la proporción y ubicación de los elementos en la hoja y la capacidad motriz.
El tiempo de sentarse a dibujar, pintar, modelar con barro es un tiempo de creación, de encuentro con una misma y con la hoja en blanco o la pasta sin forma, que a veces es difícil de sostener. Recurrimos a lo que tenemos alrededor o a lo conocido para empezar a trabajar. Por eso las primeras escenas que salen suelen ser las que ya sabemos hacer, o intentamos hacer lo que tenemos bastante visto, en el caso de las niñas y niños, suelen surgir además de las clásicas casas, símbolos como corazones, escudos de cuadros de fútbol, dibujos de la tv o los videojuegos. Obviamente quienes se tienen más confianza o son más arriesgados/as irán por otros caminos, otra cosa linda de la diversidad.
Pero es muy común que se vaya por el intento de copia de lo ya conocido y esto toma varios caminos: La repetición permanente de estos dibujos y figuras, donde como talleristas tenemos que definir si es por falta de ideas o porque hay una necesidad de repetir hasta sentirse seguros de poder hacer otra cosa, una necesidad de generar una huella en la memoria que afiance el trazo, el gesto, para futuras creaciones.
También puede llevar a la frustración por no poder lograr lo que se quiere lograr, caminos, que casi siempre hay que transitar en algún momento, y que como talleristas tenemos que acompañar, ayudar a superar e incentivar a que se insista, a seguir probando, porque puede que ese niño/a no quiera volver a dibujar, pintar o modelar si no supera la frustración. No hay que desconocer que a medida que niñas y niños crecen empiezan a buscar imitar más y más la realidad, dejan de crear cosas propias, más espontáneas para pasar a copiar y hacer las cosas “como son”. Esto también frustra y en muchos casos lleva a que dejan de disfrutar de dibujar y pintar. Entonces nuestro trabajo se vuelve un poco raro, sugerir ideas y consignas suficientemente abiertas para lograr una búsqueda de juego, de experimentar formas, de salir de lo conocido, de inventar personajes o mundos. No estoy en contra de que dibujen mil veces lo mismo o lo que ellos/as consideren que les sale bien o les deja conformes, sino que intento de que ese universo de formas que dan satisfacción a su realizador/a se amplíe.
Un tercer camino posible puede ser la evolución de esas imágenes, la
posibilidad de hacer esos personajes en varias posiciones y lugares hasta que se domine lo suficiente como para naturalmente poder inventar y crear nuevas imágenes, más propias.
Lo mismo puede pasar con la creación de historias, repetir siempre las mismas y de la misma forma o darles vueltas hasta lograr complejizarlas o cambiarlas, generando nuevas narrativas.
Hace un tiempo leí una entrevista a Arno Stern, un referente para mí, donde dice que él no habla del “dibujo libre” porque eso da por sentado que otro dibujo que no sea libre. En un sentido ideal comparto sus palabras, pero las realidades llevan por otros caminos. Yo si hablo de dibujo libre, porque entiendo que los adultos/as que rodeamos a la niñez muchas veces somos quienes obturamos la libertad en el dibujo, desde una mirada aprobatoria, un “parecido” a la realidad, un “las cosas son de otro modo”, un bien y mal, etc.
Pero volviendo al tema de las contaminaciones del afuera, hoy tengo la
convicción de que no sirve vetar el “Afuera del taller” sino que hay que insistir en su superación, ayudar a las niñas y niños a desarrollar más la imaginación, porque en los tiempos actuales parecería que todo está creado y que la posibilidad de generar mundos fantásticos ya no está. Pienso también que en esa búsqueda de lograr un personaje conocido salen muchas cosas interesantes y que como talleristas podemos trabajar también con esas múltiples creaciones que salen a partir de querer lograr algo. Así mismo, podemos insistir en los detalles, en que agreguen más y más detalles que recuerden de lo que quieren dibujar. El mundo de los niños y niñas es mucho más amplio que lo que consumen en juegos y pantallas, solo hay que ayudar a que se despliegue, recordando que no siempre lo importante es el resultado
final, sino el proceso que se transita.