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Consumo cultural
Entrevista a Omar Rincón
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- Director de FES MEDIA AMÉRICA LATINA. Periodista, académico y ensayista colombiano en temas de periodismo, medios y redes, cultura, entretenimiento y comunicación política. Profesor de la Universidad de los Andes (Colombia). Analista de medios de El Tiempo. Sus últimos libros son: Medios de Lucha. Comunicación de gobierno en América latina (2017), Comunicación gubernamental en acción: narrativas presidenciales y mitos de gobierno (2016), Comunicación en mutación –remix de discursos (2015).
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1. ¿Cómo resulta y qué dificultades tiene trabajar en ese filo entre teoría y praxis en el que aparentemente te movés?
Son varias cosas. Yo vengo del mundo de la academia. Soy profesor, trabajo en una Universidad, dictó talleres, clases, todo ese tipo de cosas. Y hay dos insatisfacciones que tenemos mucho en el campo de la comunicación.
En primer lugar está la imposibilidad de pensar el campo sin pensar las prácticas y los procesos de comunicación. Es decir, la teoría de la comunicación, si no está vinculada a una praxis, es muy bonita, forma críticos de televisión, críticos de medios, investigadores de audiencias, pero no hacedores de la comunicación y la cultura. Y me parece que es un tema.
La segunda preocupación es cómo pensarlo desde el sur. Porque, la pasamos citando como lo hacen en EEUU, en España, en Europa y las realidades nuestras son totalmente distintas.
Ese camino crossover me llevó a una cosa que ha sido super importante. A la convicción de que hoy en día, no hay ni solución política, ni solución educativa, ni comunicacional, ni de cultura si no partimos desde y con el territorio. Creo que hoy en día, cada vez va tomando más fuerza la idea de que, o se hace en el territorio o no sirve.
Cada territorio tiene una forma de diseñar su propia Comunicación. La comunicación es culturalmente ubicable.
Es difícil pero creo que es lo que mantiene vivo. Porque voy al territorio, a las prácticas, y de ahí consigo las historias para reflexionar en la academia y la academia me da las historias para reflexionar en el territorio.
Baricco en The Game, dice que la revolución digital se caracteriza por la muerte de los mediadores: el cura, el profesor, el periodista, el intelectual. No quiere que no exista el periodista sino que tienen que cumplir una nueva función. El profesor, el maestro, el padre, ya no son intermediarios de conocimiento sino son otra cosa. Qué es esa otra cosa es super interesante.
El otro día escuche a una activista indígena que decía que el papel de uno es hacia arriba, luchar por políticas públicas, por conciencia social, por meter temas de la agenda mediática mainstream, por convencer gente que no esté convencida. Eso hacia arriba. Pero qué hacia abajo no se trata de bajar línea, sino de hacer con la gente. Entonces, el juego es hacia arriba hacer una cosa y hacia abajo otra. Antiguamente los teóricos y onegeros se inventaban el derecho a la comunicación, y ahí iban a la comunidad a convencer a la gente de que tenían derecho a la comunicación. Y a la gente, el derecho a la comunicación les importa un carajo. Ellos quieren tener una radio, quieren tener un programita de televisión, una cosa concreta, no quieren el derecho a la comunicación. Y obviamente gastábamos todo el esfuerzo en formar a la gente para que la gente supiera que tiene un derecho a la comunicación y la gente aprende el discurso pero después la gente se muere de emoción porque simplemente llega una cámara de televisión y los entrevista. Porque es lo que quieren. Entonces de alguna forma parece que esta idea es super buena, activista hacia abajo y activistas hacia arriba, hacia abajo para estar con la gente y hacia arriba para intentar decidir, hackear, en la toma de decisiones políticas y conceptuales.
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voy al territorio, a las prácticas, y de ahí consigo las historias para reflexionar en la academia y la academia me da las historias para reflexionar en el territorio.
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2. Esta forma de trabajar que mencionas, ¿te parece que tiene alguna particularidad cuando se despliega con infancias?
Los niños son artistas en potencia y ahí no hay nada que hacer. Ellos, independientemente de la temática te cuentan la historia que quieran, pero hay que contarlas desde sus lógicas de narración. Porque, por ejemplo, la primera etapa de Pakapaka en Argentina se pretendía niños totalmente políticamente correctos. Y la narrativa no es correcta. Tiene que haber malo, villano, perverso. y esa narrativa no tiene nada de malo. Son formas de narrar que tienen mucho que ver con la infancia. Si a un niño tu le abres la perspectiva para que narre lo que quiera, termina enseñándote él a narrar a tí.
La problemática con adolescentes y jóvenes es complicada porque, bueno, todos hemos sido rebeldes y no hemos querido hacer nada. Pero por otro lado, los jovenes a los que les gusta la comunicación. El hacer, no tanto el pensar la comunicación. El hacer televisión, hacer comunicación funciona muy bien como adrenalina, como lugar expresivo. Y funciona muy bien ligado a aprender a trabajar en colectivo. Porque hay que trabajar con otros. Hay una formación en trabajo colaborativo. En eso el trabajo en comunicación es brillante. Más cuando lo juntas con música, por ejemplo, con el arte. Cuando no la vuelves solamente una cosa sino que les permites hacer crossover. Como descubrimiento expresivo y colaborativo creo que es esencial para los jóvenes. Pero date cuenta que no hablo nada del contenido. el proceso mismo es significativo en la construcción de ciudadanía colectiva y expresiva. En eso.
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Si la sociedad contemporánea vende que para ser grande en esta sociedad debes ser Yopitalista, o sea que debes ser tú y tus consumos culturales o tú y tu expresividad cultural, es muy complicado ir contra ese relato que vende todo el mundo.
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3. Por un lado tenemos plataformas con gran potencial para la participación audiovisual. Por otro, el crecimiento de algo que podríamos llamar "imaginario youtuber", ese sueño de vivir sentado frente a una cámara grabando videos y obteniendo ingresos y reconocimiento por eso. ¿Cómo crees que tensionan esas posibilidades de uso de los medios para expresarnos con libertad y el imaginario del nuevo capitalismo?
Toca comprender de qué está hecha esa cultura. O sea, les vendimos un capitalismo de ese tipo. Les vendimos un capitalismo donde la figura básica del capitalismo se llama el Yo, donde las tecnologías digitales vienen y acentúan las necesidades de expresividad del Yo. Porque por más que le hayamos regalado el nombre de Redes Sociales a las redes, ya no son redes sociales. Son redes digitales. Y ahí lo que hacemos es visibilizar el Yo. Entonces me pongo mi perfil, me defino Yo, y ese Yo participa con otros Yo y se arma una red, pero no se arma una comunidad, ni arman una sociedad, ni un tejido social. Entonces se ganaron el adjetivo social para algo que no lo es. Es más bien asocial. Es individualista. Entonces si la sociedad contemporánea vende que para ser grande en esta sociedad debes ser Yopitalista, o sea que debes ser tú y tus consumos culturales o tú y tu expresividad cultural, es muy complicado ir contra ese relato que vende todo el mundo. Que inclusive los gobiernos de izquierda te venden que seamos emprendedores, de que salgamos adelante siendo yo el capitalista y el explotado en simultáneo. Entonces, no podemos pedirles que se comporten distinto si lo que la sociedad vende es eso.
Lo segundo, es que a diferencia de en la cultura clásica nuestra, jurásica, se vende que uno tiene que ser un festival, tiene que ser una fiesta, tiene que ser una alegría. Tiene que ser una joda permanente y hay que pasarla bien. Y por eso los consumos son de secuencias de experiencias, no de profundidad. Mientras que en mi época me vendían que ser feliz, ser moderno era ser existencialista, complejo, ser solemne, sufrir, esforzarse. Entonces, si no entendemos la película de ellos, todo lo que juzguemos va a tener los prejuicios de nuestra época. Por eso yo creo que con ellos hay que establecer un diálogo intercultural. Asumir que todo lo que hacemos en la sociedad es un diálogo intercultural. Los “jurassik park” somos hijos de la modernidad: Derechos Humanos, el libro, el argumento, la teoría política, toda esa cosa. Por otro lado están los “walking dead” los hijos de los walking dead que son los zombies. Entonces es “entre jurásicos y zombies” porque ellos van detrás de una pantalla. y detrás de esa pantalla ellos creen que están muy vivos pero les falta como espíritu.
Entonces, Jurassik Park se fue a vivir al mundo de los zombies. Y fracasamos. O sea, por más youtuber que yo intente ser es un fracaso absoluto.
Y ellos fueron allá y dijeron, ¿saben qué? nos gusta este mundo para la joda, para construir estilo de vida, para divertirnos, pero no para educarnos. Para educarnos queremos ir a la universidad.
Eso algo que tenemos que entender. Que en el mundo donde ellos construyen su estilo de vida, tenga que haber un componente educativo, político y de formación ideológica. Lo que nos toca es dialogar. Y casi siempre los que son jurásicos (onegeros, hippies, inteligentes), quieren ponerle su mente educativa a todas esas cosas. Hay un movimiento en Europa, financiado por Naciones Unidas que se llama Serious Games, que es para los videojuegos educativos. Imagínate el daño que le hacen a los videojuegos poniéndole el nombre Serious. Si los ves, son aburridísimos. Y sin embargo los adultos dicen “que maravilla que hicimos”.
Es algo básico. Lo dijo Freire. Si yo dialogo contigo y tu conmigo, cada uno desde nuestra cultura, nos a ayudar a ganar a ambos en conciencia crítica. Y obviamente, en esos diálogos hay luchas, pero no pueden ser a cuchilladas. Creo que toca salirnos de la cuestión contenidista y moralista para pasar a la cuestión narrativa, estética y de juego. Porque nosotros a todo le metemos contenido, todo tiene valores.
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4. En un mundo con una hegemonía clara en las formas y estéticas para contar historias ¿Cómo hacemos para llegar al público infantil con propuestas que se salen de lo establecido? ¿Les podemos hablar directamente a ellos o necesitamos llegar a través de sus referentes adultos?
Hay una experiencia que se llama escuela audiovisual infantil Belén de los Andaquíes. Es un pueblito que tiene 1000 habitantes de la amazonia colombiana. Y hay un tipo ahí, un gurú, que se llama Alirio Gonzalez. Es un tipo que hizo música e hizo comunicación en Bogotá y fracasó. Entonces llegó a su casa y le dijo, “mamá, fracasé” -¿y qué se va a poner a hacer mijo? Le dijo la madre. Entonces al tipo le gusta mucho esto y dijo: “yo quiero hacer un proyecto audiovisual, narrativo. ¿Con quién lo hago? Con los que tengan tiempo libre. ¿Quiénes tienen tiempo libre? Los niños. Pues, los niños.
Luego se inventó cinco reglas. Primera: sin historia no hay cámara. Todo el mundo puede grabar pero tiene que contar una historia. ¿Qué historia quiere contar? La de mi papá. A ver entonces ¿cómo es la historia de tu papá? - es muy lindo. - Pués no me sirve. ¿Cómo cuentas que tu papá es lindo?
Una vez que ya la historia está, te prestan la cámara para que grabes.
Segunda regla. ¿Cómo se cuenta? Se cuenta como cuenta el pueblo, en forma de chisme. ¿Cómo es un chisme? Es un relato que tiene principio, mitad, final y moraleja. Y no puedes contar todo porque en el chisme no es bueno. Tienes que dejar unos huecos para que el chisme funcione.
Tercero: se cuenta con la estética local. Si a usted le gusta la música ranchera se pone música ranchera. Si le gusta el tango se pone tango.Y si usted sabe pintar, bueno, pinte como usted pinta y se le graba y va animando.
Y por último, dice, tienen que ser narrativas que fluyan. Como los ríos. No lo vamos a juzgar si quedó mal o si quedó bien. Cómo en un río, las historias pasan y se van. Algunas crecen. Otras se secan.
Entonces el relato está basado en los niños y las temáticas no se imponen desde arriba.
Ahora, como toca conseguir financiamiento, toca poner temáticas. Entonces, si aparece un fondo para “gobernanza alimentaria”, ahí toca pedir que por favor hablen de los alimentos. ¿Pero qué hacemos en este caso? DEjamos que uno hable lo que se le antoje de la comida y después se adapta. Es interesante cuando tu arsenal narrativo sirve para ayudarles a ellos a contar la historia. Somos colaboradores. Somos como coaching de la narración de ellos. Y eso, una vez que el niño cuenta su primer historia buena, de ahí para adelante quiere seguir contando más.
Otra cosa. En esta escuela hicieron un programa que se llama “El corrido del Gordo”. Y se ganaron un concurso. Entonces el ministerio de cultura le quiere cambiar el nombre porque decir “gordo” es ofensivo y atenta psicológicamente sobre los gordos. Entonces toca cambiarle el nombre porque no se puede llamar “el gordo” porque es una palabra mala. Pero en el pueblo se habla de “gordo”, y para el niño era “el gordo” y no tenía ningún problema de identidad y no resultaba políticamente incorrecto que se llamara “El corrido del gordo”, porque el gordo era el protagonista. Era simple. Pues no, había que cambiarle el nombre. Entonces, ese tipo de cosas… Nosotros los adultos estamos llenos de reglas.
Uno tiene que ayudar a contar la historia. Y después de que la historia está, tenemos el pretexto para hacer un taller donde podemos hablar dos horas sobre el problema de la gordura. Pero no tiene sentido que ya entremos desde el principio con el manual de estilo. Eso no se parece a la vida real.
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Ensayo de rodaje en la Escuela audiovisual infantil Belén de los Andaquíes, Colombia.
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Uno tiene que ayudar a contar la historia. Y después de que la historia está, tenemos el pretexto para hacer un taller donde podemos hablar dos horas sobre el problema de la gordura. Pero no tiene sentido que ya entremos desde el principio con el manual de estilo.
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5. ¿Qué podrías recomendar para que vieran niñas, niños u adolescentes?
De lo que hay en Netflix recomiendo Love, Death and Robots que son 15 cortitos de 13 minutos, alucinantes por las formas de animación. Sobre todo para aprender que hay nueve mil formas de animación y nueve mil formas de reflexionar cosas. Son de una profundidad filosófica sin hablar de filosofía.
Algo que sirve de ejemplo de lo que NO hacer es algo que se llama El Buen Viaje, que está en Netflix también. Es sobre los gringos que se meten alucinógenos, LSD y todo ese tipo de cosas. Entonces sale Sting y cuenta que comió peyote, y aparece un animador que anima el viaje de peyote de Sting. Y es como como introducción 3.0 para niños para que consuman drogas. Si un niño ve una cosa de esas, con esa animación, dice pues yo quiero ponerme peyote, porque miren eso.
Me gusta el formato, pero ahí todos los viajes se ilustran de la misma forma. Y eso es mentira estética, porque cada viaje tendría que tener una estética distinta. Es distinta la visualidad del peyote a la ayahuasca.
Y eso es un aprendizaje que tenemos que hacer. Expandir las visualidades porque si no estamos jodidos.